Abstract
En la era de la cultura virtual, el teatro es una de las pocas prácticas sociales que una y otra vez confirman su cualidad aurática. La ventaja de internarse en el espacio social y participar del convivio que recicla y crea los signos que alimentan la poiesis permite conectar el cuerpo del acontecimiento teatral con la multireferencialidad de su entorno. Mirando lo otro se abre la mirada —inevitablemente comparativa— hacia lo propio, cercano, pero igualmente reduce la distancia e integra lo otro, la experiencia de lo otro, a la categoría de lo propio.