Resumen
Conocí al legendario técnico teatral Miguel Herrera cierto día de 1996 en la explanada del Centro Nacional de las Artes. Miguel y algunos compañeros suyos se acercaron a saludar a Arturo, un amigo con el que estaba yo platicando en ese momento. Este último, ni siquiera atinó a presentarnos. Recuerdo cómo Miguel se quejaba de las instalaciones de los entonces relucientes teatros del CNA: le parecían poco cómodos y con mucho equipo mal distribuido. Después, lo vi alejarse con ese paso cansino que lo caracterizaba. Qué lejos estaba yo de imaginar en ese momento, cuántas veces trabajaría con él y cuánto tengo que agradecerle.