Investigación Teatral. Revista de artes escénicas y perfomatvidad

DOI: 10.25009/it.v14i23.2739

Sección Artículos

Vol. 14, núm. 23, abril-septeimbre 2023

Centro de Estudios, Creación y Documentación de las Artes, Universidad Veracruzana, México

ISSN: impreso 1665-8728 ׀׀ electrónico 2594-0953

La cita

Martín Zapata*

*Universidad Veracruzana, México, 0000-0001-9572-9125, e-mail: mzapata@uv.mx

Recibido: 15 de febrero de 2023   ׀׀   Aceptado: 22 de febrero de 2023

Nota introductoria: la cita con mi vocación

La cita fue el segundo texto dramático que escribí, en 1982, cuando tenía diecinueve años. El primero, que se llamaba Para nosotros el día es eterno, lo escribí en 1979 (a los dieciséis años) y lo monté con mis compañeros de secundaria. De ese primer texto no queda nada, lo perdí en algún momento de mi adolescencia. Era un texto sobre la vida después de la muerte, sobre cinco hombres que se encuentran en el más allá; con ese texto inicié mi vida en el teatro, hace cuarenta y cuatro años. Después, en ese mismo año, formamos un grupo de teatro escolar, con el cual montamos Yerma de Federico García Lorca. Meses después, nos volvimos “profesionales” y montamos Romeo y Julieta, de William Shakespeare, y digo “profesionales” porque, aunque éramos unos chamacos, nuestra obra estaba financiada por el Gobierno del Estado de Morelos y cobrábamos las entradas de aquel espectáculo presentado en la capilla abierta de la Catedral de Cuernavaca.

Al año siguiente, comencé a estudiar teatro en una escuela y, un año después, en otra. Desde la infancia me apasionaba escribir cuentos, pero, de pronto, en esa época, el teatro se me reveló como una segunda pasión. Cuando escribí La cita, tres años después de aquel inicio teatral, mi intención era montar una pequeña obra con dos amigos aficionados al teatro, pero con un director profesional. Le di mi obra a Mario Vázquez, un actor y director mucho más grande que yo y quien había desertado del legendario Grupo Zero.  Mario leyó la obra y al día siguiente me llamó por teléfono: “Oye, me gustó mucho tu obra y te propongo que la montemos a nivel profesional. Se acaba de salir del Grupo Zero Rodrigo Ortega, quien también está interesado en tu obra y la podemos montar entre los tres”. Me sorprendió mucho la propuesta y acepté entusiasmado. El fin de semana nos reunimos los tres en la casa de Mario y platicamos sobre el asunto. Mi obra tenía sólo nueve páginas, es decir, una duración aproximada de veinte minutos. La propuesta de Mario y Rodrigo era extenderla, crear otras escenas, con música y acciones físicas y, de esa forma, crear un espectáculo profesional de más de una hora de duración. “Los tres vamos a extender la obra y los tres vamos a dirigirla y a actuarla. Vamos a dividir los monólogos de OLMO 1 entre los tres y los tres haremos a OLMO 2 y a OLMO 3, ¿qué te parece?”, dijo Mario. “Me parece excelente”, dije yo. “Vamos a experimentar —dijo Rodrigo— y si sale algo bueno de todo esto, estrenamos, y si no, pues no”. Y, bajo ese acuerdo, comenzamos a trabajar todos los días en el Taller Siqueiros, en Cuernavaca. Un trabajo intenso, de experimentación artística, en donde la actuación se mezclaba con el uso de objetos y máscaras, con la acrobacia y la música, con la danza y las artes visuales. Nueve meses después, teníamos una obra teatral que nos gustaba mucho; una obra de más de una hora de duración con el texto que yo había escrito, escenas con música y movimiento, y canciones originales. “Estrenamos”, dijo Rodrigo, y los tres estuvimos de acuerdo.

Nuestra primera función fue en el teatro del Instituto Regional de Bellas Artes de Cuernavaca. Aquella noche, después del estreno, recibimos elogios de los amigos, de los intelectuales y de los críticos. Para nuestra fortuna, al público le gustaba la obra tanto como nos gustaba a nosotros. Al año siguiente, en 1983, comenzaron las presentaciones en la Ciudad de México y luego las giras; primero, en la República Mexicana y, después, en Estados Unidos: en California primero, luego,  en varios teatros de Los Ángeles, San Francisco, Berkeley, Santa Bárbara y San José. Meses después, nos presentamos en la vi Muestra Nacional de Teatro, en Morelia, Michoacán.

Nuestro grupo se nombró Los Enanos del Tapanco y adquirió cierta resonancia en el ámbito teatral de aquella época. Mi destino se estaba construyendo: ya no sería psicólogo, como era mi plan original, sino que sería dramaturgo, director y actor. El texto dramático que presento a continuación es el texto original que escribí y que les mostré a Mario y a Rodrigo en nuestra primera junta. La semilla de lo que, después, sería nuestro espectáculo.

La cita

PERSONAJES

Olmo 1
Olmo 2
Olmo 3

Se ilumina el escenario y vemos un espacio casi vacío, en donde sólo hay una silla, al lado derecho, al frente. Entra un hombre vestido con traje y sombrero negros. Se mueve de una manera extraña y, lentamente, se acerca a la silla. Se sienta en ella y mira fijamente a los espectadores. Intenta hablar, pero no puede. De pronto, comienza a ahogarse. Permanece estático por un momento y, después, cae al piso y muere. Entran dos hombres vestidos de la misma forma que el primero y se acercan a la silla. Luego, cargan al muerto y lo sacan del escenario. El espacio permanece vacío y en silencio por un momento. Después, vuelve a entrar el mismo hombre que entró anteriormente y realiza extraños movimientos. Se acerca, lentamente, a la silla y se sienta en ella. Luego, mira fijamente a los espectadores.

OLMO 1: Aquí estoy. Esta es mi casa; enorme, fría, manchada. Quiero hablar, simplemente quiero hablar. Estoy desconcertado, siento que mi vida se ha oscurecido. Habito en este espacio vacío y manchado. Es como vivir dentro de un gran ropero. En un ropero sin ropa, sin zapatos, sin lociones. Dentro, cierro los ojos y encuentro cuatro paredes que encierran un hoyo infinito. Es como vivir en una caja. En una caja en donde una vez hubo un juguete, pero ya no hay nada. Desde hace algún tiempo, esta casa es un hueco de inexistencia, de putrefacción latente, latente pero invisible.

Oculta. Todo esto se está hundiendo. Siempre pensé que yo terminaría así, pero no pronto. Así, rodeado por estas paredes carcomidas. El corredor de atrás es una sucesión de ventanas rotas, de oscuridad, de asfixia. No se sabe dónde termina. La única sensación de claridad, de aire, es el tragaluz que está aquí arriba. Pero está muy alto, imposible de alcanzar. Pero aquí, abajo, todo es oscuridad. Y los corredores se pierden en la oscuridad. El corredor de atrás engendra pequeños monstruos: ratas. Las ratas me hacen enloquecer. Este lugar está lleno de ratas; panzonas, con sus colas sarnosas y sus dientes a punto de morderme. Cada vez que paso por el corredor, su chillido me crispa los nervios. Cuando oyen mis pasos, huyen rápidamente, trepando por las paredes. En las noches vivo aterrorizado; estoy alerta de que no se suban a mi cama. Las ratas han acabado con mi vida. Están en los roperos, dentro de las bolsas de los sacos y entre los zapatos. A veces, salen por el excusado embarradas de mierda, apestando. O amanecen muertas en el tinaco, ahogadas, gordas por haber tragado tanta agua. Las ratas parecen estar de acuerdo, entre ellas, para enloquecerme; las encuentro por todos lados, a todas horas. A veces, en los lugares más abiertos e iluminados, las he encontrado fornicando, fornicando, fornicando…

OLMO 1 comienza a ahogarse y, después, cae al piso, muerto. Entran los dos hombres que se visten de la misma forma que OLMO 1 y se acercan a la silla. Luego, cargan el cuerpo de OLMO 1 y lo sacan del escenario. El espacio permanece vacío por un momento. Después, vuelve a entrar OLMO 1 y realiza extraños movimientos. Se acerca lentamente a la silla y se sienta en ella. Luego, mira a los espectadores fijamente.

OLMO 1: Aquí estoy, esta es mi casa. Quiero que todo esto cambie. Quiero arreglar mi casa, pero sé que es una tarea difícil. Sí, quiero repararla, que no esté tan vacía, tan oscura.
Es un lugar bonito después de todo y lo podría arreglar muy bien. Si pusiera un sillón aquí, junto a esta pared, se vería bonito. Tendría una jaula con pájaro de colores, un pájaro cantante. Un piso que oliera a pino. El olor a pino es el olor de un lugar limpio, de un lugar que se conserva, que es querido. Y yo también quisiera oler a pino. Todo yo, mis manos y mi rostro. Afeitarme todas las mañanas y perfumarme. Empezar el día con olores agradables. Ver la vida con colores encendidos, con colores de felicidad. Quiero respirar un aire puro, un aire limpio.
Quiero vivir en la limpieza. Vivir así y sentirme bien. La vida debería tener belleza por todos lados. Belleza que pudiera descubrir con sólo abrir los ojos. Mirar las flores y descubrir su belleza. Aquí, pondría una pequeña mesa con un jarrón encima.
Un jarrón en donde siempre habría flores; si es mayo, pondría azucenas, si es septiembre gladiolas, y así con todos los meses del año. Yo estaría al pendiente de ir a comprar las flores todos los días. El jardín, tendría plantas nuevas. Arrancaría las hierbas secas y plantaría pasto nuevo. Pondría muchas enredaderas. Las bardas estarían llenas de bugambilias, campánulas y madreselvas. Al centro del jardín, entre rosales, pondría un columpio. Ahí pasaríamos las tardes mi esposa y yo. Mi joven esposa. Mi bella esposa. Yo la columpio. Su cabellera rubia volando por el aire. Pasaríamos horas enteras en el jardín. Y por la tarde, veríamos cómo desaparece el sol y las nubes se preparan para la lluvia. ¿Te imaginas, Claudia?, ¿te imaginas? Te pondrías tu vestido azul, azul marino, el que contrasta con las flores de las bugambilias. Yo columpiándote eternamente. Te empujo y regresas sonriendo. Y en cada vaivén aumenta tu euforia y tu alegría. Y en la explosividad de tu risa, te detendría y te besaría. Te besaría, probando la dulzura de tus labios, en un beso que se prolonga y nos transporta.

OLMO 1 queda alucinado, con la mirada perdida. De pronto, entran los dos hombres que se visten igual que OLMO 1 y se colocan en la parte izquierda del escenario, uno al lado del otro. Cada uno lleva un paraguas negro. OLMO 1, sin voltear a verlos, siente su presencia y queda aterrorizado. Los dos hombres abren sus paraguas al mismo tiempo y se cubren con ellos, como si lloviera. Después, se miran.

OLMO 2: Y tú, ¿por qué no tienes esposa?
OLMO 3: No sé, nunca he podido tener una.
OLMO 2: ¿Nunca te has casado?
OLMO 3: No, nunca.
OLMO 2: Debe de ser algo terrorífico.
OLMO 3: Sí, tienes razón, es algo terrorífico.
OLMO 2: Pero… ¿Y Claudia?
OLMO 3: No, Claudia no existe. Nunca ha existido. Es una fantasía que tengo desde que era niño.
OLMO 2: Bueno, pues si es una fantasía, entonces olvídala.
OLMO 3: Sí, tienes razón, desde mañana la olvido. Te doy mi palabra.
OLMO 3: Me parece perfecto.

OLMO 2 y OLMO 3 cierran sus paraguas y salen del escenario. OLMO 1 vuelve en sí.

OLMO 1: No, yo no tengo fantasías. No, Claudia, no desaparezcas, por favor. No huyas por el tragaluz. Claudia, ¿en dónde estás?, ¿por qué te fuiste? No me dejes aquí, en esta casa llena de ratas. Sí, las ratas me atacan, de manera sorpresiva. Y están aquí, en todos lados. A veces, amanecen en mi cama, dentro de mi almohada. Y me muerden las orejas, las mejillas, los ojos. Se meten en mi boca y su cola resbala dentro de mi garganta. Sus pelos se pegan a mi paladar. Me están comiendo la lengua y las encías. Tengo una rata en el estómago que me come los intestinos y se vomita dentro de mí. Está dentro de mi cuerpo y sigue viva. Siento sus patas húmedas subir dentro de mi cabeza y llegar hasta mi cerebro. La rata se come mi cerebro. Se come mis pensamientos y mis recuerdos. Se come todo.

OLMO 1 se queda estático, con la mirada perdida. Entran OLMO 2 y OLMO 3. Cada uno trae una silla y una maleta. Llegan hasta la parte izquierda del escenario y colocan las sillas en el piso. Después, se sientan en ellas, colocan las maletas sobre sus rodillas y las abren. Sacan de las maletas, cada uno, una trompeta. Luego, dejan las maletas en los costados de las sillas y se preparan para su concierto. OLMO 2 toca su trompeta y OLMO 3 se carcajea. Luego, OLMO 3 toca su trompeta y OLMO 2 se carcajea. Repiten esta acción dos veces más cada uno y, después, se quedan serios y miran a los espectadores.

OLMO 2: Aquí, pondría una pequeña mesa con un jarrón.
OLMO 3: En donde pondríamos flores diariamente.
OLMO 2: Flores distintas, con cada mes del año.
OLMO 3: Si es mayo, se pondrían azucenas.
OLMO 2: Si es junio, amapolas.
OLMO 3: En julio, rosas rojas como sus labios.
OLMO 2: Margaritas amarillas, como su pelo, adornarían el mes de agosto.
OLMO 3: En septiembre, gladiolas.
OLMO 2: En octubre, recuerdo de orquídeas.
OLMO 3: En noviembre, fantasías desmedidas de magnolias.
OLMO 2: En diciembre, bugambilias.
OLMO 3: En enero, campánulas.
OLMO 2: En febrero, crisantemos.
OLMO 3: En marzo, jazmines.
OLMO 2: En abril, nomeolvides.
OLMO 3: ¿No me olvides?
OLMO 2: No, no me olvides.
OLMO 3: Está bien, no te olvido.
OLMO 2: Excelente. Toquemos una canción, entonces. 
OLMO 3: Sí, toquemos una canción.

OLMO 2 y OLMO 3 toman sus trompetas y tocan una pequeña melodía circense. Terminan de tocar, toman sus maletas y guardan sus trompetas dentro de ellas. Después, se levantan de sus sillas, miran a los espectadores y hacen una reverencia, como agradeciendo sus aplausos.

OLMO 1 se levanta de su silla, da un paso al frente y mira a los espectadores.

OLMO 1: Las ratas…

OLMO 2 y OLMO 3 voltean hacia OLMO 1 y lo miran, extrañados.

OLMO 1: Las ratas han acabado con mi vida. Me destrozaron el cerebro. Me destrozaron los pensamientos y los recuerdos. En mi cerebro solo hay sangre y vómitos, vómitos de rata. La rata duerme dentro de mi cerebro, entre mi sangre y sus vómitos. De pronto, la rata se despierta. La rata se retuerce. La rata se caga. Sí, se caga en los restos de mi cerebro. Y todo se llena de mierda. Y todo apesta.  

OLMO 2 da un paso al frente y mira a OLMO 1.

OLMO 2: Disculpe, ¿es usted el señor OLMO?
OLMO 1: Sí, yo soy.
OLMO 2: Qué curioso, yo también soy el señor OLMO.
OLMO 1: ¿De verdad?
OLMO 2: Sí, de verdad. Y mi amigo, el señor OLMO, también es el señor OLMO.
OLMO 1: Pues mucho gusto en conocerlos.
OLMO 2: Igualmente.

OLMO 3 mira a OLMO 1. Después, mira a OLMO 2.

OLMO 3: Este señor OLMO es el señor OLMO de las ratas, ¿verdad?
OLMO 2: Sí, es él.

OLMO 3 saca una pistola, mira a OLMO 1 y le apunta. Después, dispara. OLMO 1 cae al piso, muerto. OLMO 2 y OLMO 3 se acercan a OLMO 1, cargan su cuerpo y lo sacan del escenario. Luego, entran de nuevo al escenario, toman las sillas, las maletas y salen. El espacio queda vacío por un momento. Luego, entra OLMO 1 y mira a los espectadores. Trae un clavel rojo en una de sus manos. OLMO 1 coloca el clavel en la solapa de su saco. Después, se sienta en la silla y mira de nuevo a los espectadores, fijamente.

OLMO 1: Aquí estoy, esta es mi casa. Quise escribir una carta de amor, pero no pude. Una carta de amor para Claudia. Una carta con flores y con atardeceres. Y con un columpio. Si estás aquí, Claudia, entre los espectadores, espero conocerte algún día. Y escribirte una carta de amor. Mi vida es horrorosa, pero me gustaría compartirla contigo. Si tú quieres, por supuesto. Y, bueno, a todos ustedes, estimados espectadores, les doy las gracias por haber venido a nuestra cita. Gracias por estar aquí, en mi casa. Fue un placer haber platicado con ustedes. Buenas noches.

Se comienza a escuchar una música tranquila, con un dúo de trompetas. Después, OLMO 1 se levanta de la silla y sale del escenario.
La luz disminuye lentamente hasta un oscuro total.

México, 1982.