Doi: https://doi.org/10.25009/it.v11i18.2642

Reseña de libro

La nostalgia de los sentidos. Manual de dramaturgia testimonial

Enrique Mijares*

* Universidad Juárez del Estado de Durango, México. enriquemijares44@gmail.com

Recibido: 05 de mayo de 2020

Aceptado: 16 de julio de 2020

León, Conchi. La nostalgia de los sentidos. Manual de dramaturgia testimonial. México: Editorial Trópico de Escorpio, 2019, 178 pp. Edición limitada a 100 ejemplares.

Mestiza de poder

Al influjo de la arenga inculcadora de Conchi León, sacerdotisa, musa o maga inspiradora, en las páginas de La nostalgia de los sentidos, desde todos los rincones del pasado, reciente o remoto, propio o ajeno, surgen múltiples voces, diversas, autónomas, sinceras, íntimas, dolorosas en ocasiones, y se imbrican en una suerte de dinámica caleidoscópica de historias verdaderas que aspiran a convertirse en testimonios teatrales, irreductibles y únicos, puesto que las avala la fidelidad hipertextual de la memoria. Y la memoria –dice Aristóteles– es el escribano del alma.1

En efecto, sin que podamos discernir en qué momento se aborda o se cambia de ítem, en La nostalgia de los sentidos es frecuente localizar alusiones autobiográficas: “Cuando tenía cinco años...”. El despertar de la vocación teatral: “Clases de teatro. Inscripciones abiertas. TEATRO... Esa palabra hizo un eco en mí...”. El despertar de la vocación docente: “empezaba a dar clases de teatro a niñas y niños...”. El despertar de la vocación dramatúrgica: “Me pedían que les escribiera algo especial [...] que no fuera bobo y pudieran interpretar algo más que una abeja, un árbol o una mariposa...”. El descubrimiento irradiante de la temática personal: “La imagen irradiante que transformó mi vida teatral y me enseñó una forma de escribir teatro [...] una mujer mestiza [...] sentada, vendiendo fruta [...] cubría sus ojos con unos lentes tipo Ray Ban”.

De forma no arborescente sino rizomática, aquí y allá van insertándose, en las páginas de La nostalgia de los sentidos, 21 fichas de trabajo, ejercicios de carácter investigativo que, de manera sugestiva y sutil, pero imperiosa e inevitable, nos conminan a obedecer sus retadoras sugerencias didácticas: “Escribe tu biografía en seis palabras. ¿Cuál es tu huella de dolor? Escribe un texto con tu nombre. ¿Recuerdas a qué jugabas de niño? Escribe diez frases que empiecen con “Yo recuerdo”. Escribe diez líneas sobre recuerdos futuros. ¿Sabes a qué hora naciste? Escribe una escena que esté relacionada con esperar...”. Hay también 11 sugerencias, consejos y experiencias acerca del trabajo de campo por medio de la entrevista y 12 reglas básicas a observar cuando se escribe sobre la vida propia o ajena.

Imposible sustraerse a su imperioso acicate. No me explico cómo puede la autora dudar de su efectividad: “Tenía miedo de escribir este libro, ¿servirá de algo? ¿Lograré publicarlo? ¿Sabré que alguien lo ha leído? ¿Quien lo lea, disfrutará este agridulce viaje que es la escritura biográfica? ¿Hará todos los ejercicios? ¿Logrará hacer una obra con ellos?”.

Intempestivas, como por arte de magia, al influjo de la encantadora de serpientes, de forma inusitada, milagrosa, irrumpen las crónicas puntuales, los mensajes coloquiales, las narraciones insólitas, las reminiscencias olvidadas, los repasos inveterados, las evocaciones del futuro, las remembranzas presentidas, las presencias inolvidables, los apuntes fantásticos, los informes inverosímiles, las comunicaciones imposibles, las revelaciones inesperadas, que brotan, florecen, fructifican, redactadas desde rincones insospechados, por autores de diversas procedencias: Guillermo Heras, Edgar Chías, Daniel Serrano, entre muchos otros.

En este libro singular, red sin orillas, cúmulo de galaxias y mundos paralelos, se entretejen insoslayables vertientes de reflexión: el diario íntimo de su autora, la inminente deriva hacia la develación de secretos provenientes del álbum familiar y la apropiación y divulgación de las tradiciones culturales de su región: “mi aldea no es sólo el lugar en el que nací, mi aldea también soy yo, con mis recuerdos, mis desmemorias, mi odio, mi amor, mi infancia, mis pesadillas y mis sueños”; el manual didáctico, conformado de forma paralela a su desempeño profesional como maestra de teatro en albergues de mujeres violentadas, en comunidades, en prisiones: 21 ejercicios emblemáticos; el día a día de sus talleres de teatro, cuyos propósitos propician tanto la evocación de “la cuidadosa selección de testimonios” de los participantes, algunos de los cuales habrán de servir para la conformación del material dramatúrgico que luego habrá de ponerse en escena; la redacción, dirección y actuación de los textos con origen en entrevistas: Mestiza Power y Todavía... siempre; frases, párrafos, páginas enteras redactadas como resultado de talleres en reclusorios: La espera, De Coraza; fragmentos de las obras de investigación, creación e inspiración propia: Del manantial de la memoria y Cachorro de León. Casi todo sobre mi padre –que se incorpora íntegra–. Producto de una cuidadosa investigación acerca de los ritos que acompañan la maternidad de las mestizas de Yucatán, Del manantial del corazón relata las prácticas ancestrales que se refieren al alumbramiento, el posparto, el nacimiento y la frecuente muerte de niños en el Mayab.

Tuve oportunidad de presenciar la obra en tres ocasiones –la Muestra Nacional de Teatro Aguascalientes 2015, el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz 2016 y, pocos días después, en el Instituto de Teatro de Sevilla– y de constatar la estrecha, emotiva interlocución que la obra propicia entre los espectadores, quienes, al participar en la ceremonia de iniciación con que se recibe a los niños en la cultura maya, se convierten en padrinos y les “regalan” a los pequeños, algunos objetos personales, que, de manera simbólica, habrán de augurarles a los infantes buena fortuna durante su existencia. Los integrantes del público vuelcan en el convivio espontáneos sentimientos de comprensiva compasión ceremonial. En general, porque no falta quien –por ejemplo, en el foro de Creadores del fit de Cádiz– desde una óptica colonialista, tache de oscurantistas y supersticiosos “los ritos, mitos, curaciones que se hacen a los bebés en Yucatán”.

En la Muestra de Aguascalientes, al presenciar por primera vez Del manantial del corazón, contemplo a Conchi poniendo en el juego escénico el cúmulo de vivencias y la memoria cultural que ha recabado al ser una mestiza de poder de tiempo completo. Interpreta su papel de una manera entrañable, charla con el público, lo invita a participar, a incorporarse en la ceremonia que ella oficia; dedica el espectáculo a aquellas madres que pierden a sus bebés: “Me niego a un México de mujeres inoculadas por la locura por la ausencia de sus hijos. Para ellas y para mi madre, para mis hermanos muertos al nacer, va esta obra”, y establece un paralelismo entre la pérdida de los hijos que aborda su obra con la tragedia ocurrida en la Guardería ABC de Hermosillo, Sonora, donde un incendio accidental acaba con la existencia temprana de un nutrido grupo de niños, en tanto que muchos más sobreviven con lesiones permanentes. Estoy seguro de que, en ese momento, más de uno de los presentes recuerda las declaraciones que hicieron, interpelados por los periodistas, el entonces gobernador de Sonora, quien, a la pregunta del reportero: “¿Cómo puede usted conciliar el sueño después de este infausto e impune suceso?”, responde con cinismo: “Yo duermo como un bebé”, y el arzobispo de Sonora, quien, de manera tramposamente piadosa, explica: “Dios necesitaba a esos niños para aumentar su coro de ángeles en el cielo”.

Cachorro de León. Casi todo sobre mi padre2 es un exhaustivo sondeo en los recuerdos familiares. La historia del padre es colocada en la mesa quirúrgica para una minuciosa vivisección, en la cual los factores fisiológicos, psicosociales, incluso patológicos, son realzados hasta los extremos cáusticos y los ejemplos clásicos del humor negro, con tal de exponer al objeto de estudio en su dimensión patética.

El propio título establece el vínculo consanguíneo entre la protagonista: cachorro, y el hombre que retrata: de León, apellido paterno, y deja en el complemento del título: casi todo, la tarea de sembrar la sospecha sobre los faltantes, que dejan, cual asignatura pendiente o velada invitación a entrar en la dinámica de interlocución, para que el espectador –no ya especulando en el resto oculto de la vida del padre de la protagonista, sino de acuerdo a su propio contexto de experiencia– derive, relacione, profundice y recree la propuesta, es decir, realice su propio y personal balance del binomio padre/hij@, mediante un meditado ejercicio de sentido común, ese que frente a la venganza opta por el perdón, frente al odio por la reconciliación, frente al olvido por las estrategias de la memoria y frente a los conceptos maniqueos, por el imperio de la libertad y el balance ponderado en la reconciliación.

Me interesa destacar las características hipertextuales, es decir, pluri-referenciales, literarias, fílmicas, comerciales... tanto de la puesta en escena, como de aquellas que se desprenden de la lectura del texto dramático. Asociaciones que de suyo forman parte del proceso de interlocución, lectura, apropiación e intercambio del espectador, habituado como está a relacionar su contexto de experiencia personal con lo visto y oído en la práctica creativa de la función teatral, y que, por lo menos en un par de casos, son refrendadas por la dramaturga, quien admite haberlas tenido en mente durante el proceso de redacción del texto:

1. La cerveza León, que Conchi ofrece a los espectadores a la mitad de la función, y que destaca la coincidencia entre la marca de la popular bebida yucateca y el apellido de la protagonista, su padre y su abuelo (este último lo ostenta por duplicado: León León).

2. Las alusiones a Pedro Infante: “yo los veía igualitos [...] mi padre también iba a las cantinas como Pedro Infante y era mujeriego... era encantador...”, dejando que flote en el ambiente, en la memoria de algunos espectadores, el hecho de que el actor y cantante perdió la vida en un accidente, cuando se desplomó en Mérida el avión que tripulaba. Alusión similar a cuando de forma explícita dice que a su padre le apodaban “El Pajarito... Como aquel toro que, haciendo honor a su nombre, voló en la Plaza de Toros México. ¿Se acuerdan? El vuelo de ese toro hirió a varias personas y mató a un ilustre yucateco”.

3. La bibliográfica que conecta Pedro Páramo, obra maestra de la literatura universal: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”, con Cachorro de León: “Regresé a Mérida porque me dijeron que le había dado un infarto a mi padre, un tal Mauricio León Rosas”.

4. Al igual que al joven periodista William Bloom –personaje de la novela Big Fish: A Novel of Mythic Proportions, de Daniel Wallace, que Tim Burton eleva en 2003 al rango de pieza fuera de serie dentro de su peculiar filmografía– a la protagonista le avisan que su padre está moribundo y le piden volver al pueblo donde nació para despedirse de él: “Ven pronto, los doctores le dan una semana de vida, su corazón ya no tiene compostura y él pide verte para despedirse”.

5. La afición lectora me pide incluir Carta al padre, de Franz Kafka, por considerar que ambos autores coinciden en el propósito de que la sola redacción de esos textos sirva para exorcizar la confusión de sentimientos, miedo/odio, hacia sus respectivos progenitores. Kafka: “son demasiados los detalles [...] muchos más de los que podría expresar cuando hablo”. Conchi: “Escribir también es una forma de poner al sol las heridas que están dentro y envenenan la sangre”.

6. Cachorro de León. Casi todo sobre mi padre se asocia con Melancolía y manifestaciones, de Lola Arias, porque, en dicha puesta en escena, la dramaturga, directora y actriz argentina muestra en escena “casi todo sobre su madre”, los recuerdos de su propia infancia, que son enfatizados mediante imágenes en video y declaraciones perturbadoras de la profunda depresión y melancolía, la cleptomanía, los tratamientos médicos, las sesiones de psicoterapia a que su madre fue sometida. En los espectáculos de Arias y de León hay anécdotas de vida que nos revelan los contrastes y claroscuros de sus respectivos progenitores, suscitando con ello la simpatía y la comprensión de los espectadores.

7. Tanto en Big Fish como en Cachorro de León, el padre es capaz de transformar los pasajes oscuros de su vida en relatos fantásticos que, al final, cinematográfico o teatral, resultan no tan imaginarios o falsos como los hijos creían: “el viejo no era tan mentiroso, sus amigos sí existían”. El documento se convierte en prueba de vida de la realidad: una vez que la función termina, Conchi le pide al operador en cabina que proyecte el video donde se muestra a los amigos del padre en acción y con las características fisionómicas sui generis que, de acuerdo con las descripciones paternas, relata la protagonista: aspecto monstruoso, caídos en desgracia a causa de sus excesos y sus malas decisiones; una caterva de seres mutilados sobre los que se cierne una amistosa complicidad solidaria: “Algunos monstruos existen para confirmarnos su belleza y nuestra propia belleza de estar vivos [...] Todos somos unos monstruos”.

8. Hay una estrecha relación entre el poema “A Gloria”, de Salvador Díaz Mirón “Semejante al nocturno peregrino, / mi esperanza inmortal no mira el suelo; / no viendo más que sombra en el camino, / sólo contempla el esplendor del cielo”, y la conclusión de la protagonista de Cachorro de León: “A veces la oscuridad es necesaria para encontrar nuestro propio brillo”.

Y entré a esa habitación… Me sentía menos monstruosa. Me sentía un verdadero León… Aunque mi corazón se agitaba como un pajarito. Todas las palabras que había guardado para ese momento se sintetizaron en una sola: ¿PAPÁ?

Según cuenta Conchi, en entrevista posterior a la función, ese desenlace conciliador le cuesta si no el repudio, al menos la reconvención, por parte de las feministas más radicales, quienes no aceptan que, no ya la actriz, dramaturga y directora, sino ella en persona, mujer, hija, perdone al padre crápula, derrochador, maltratador, borracho y abusivo. No obstante, la reconciliación se sustenta al revisar el balance desde el otro lado del espejo, el de la luz, el de “la sombra que hace resaltar la estrella” (Díaz Mirón).

Supongo que nacer cachorro de un León, también incluye que tu padre te clave las garras de cuando en cuando.

En síntesis, las referencias que irradian en nuestro pensamiento al presenciar la puesta en escena o al leer Cachorro de León son similares a las que se suscitan en torno a cualquier lectura y, por supuesto, a las que resultan al leer La nostalgia de los sentidos: galería de memorias, diario personalísimo y, a la vez, colectivo, manual de estrategias de aprendizaje, ruta de viaje por el inframundo penitenciario, guía y complicidad para artistas y diletantes, experiencia de vida personal y profesional...

La nostalgia de los sentidos es un libro confesional, una bitácora del pensamiento irradiante que, bajo las directrices de Gilles Deleuze y el formato de El libro de los pasajes, de Walter Benjamin, nos permite observar el ideario estético y las premisas culturales e ideológicas de Conchi León, actriz, dramaturga, directora, coordinadora de talleres testimoniales, manantial de sorpresas, Sherezade del Mayab, mestiza de poder, contadora de inagotables relatos telúricos asociados con la cultura, el pensamiento, la cosmogonía de su región y con las corrientes más depuradas de la teatrología actual: biodrama, autoficción, biografía documentada, identidad individual y escritura del yo... que aspiran a convertirse en literatura, tanto dramática, didáctica y epistolar, como literatura sin apellidos.

 

Notas

1 N. del ed. Concepción (Conchi) León Mora (n. 1973) es una directora, dramaturga y actriz originaria de Yucatán, México. En Yucatán, el término “mestiza” se refiere a las indígenas mayas que viven en la ciudad de Mérida.

2 Se estrenó el 27 de marzo de 2015 y tuvo una serie de presentaciones en diversas ciudades de México, formando parte del Festival de Monólogos A una sola voz. Participó en la Muestra Nacional de Teatro San Luis Potosí 2016. Lleva más de 50 funciones.