Doi: 10.25009/it.v11i17.2634

Reseña de la puesta en escena

The Penguin Ballet, de Iker Gómez

Amayrani Peralta López*

*Universidad Veracruzana, México. amayrani.peralta.lopez.03@gmail.com

Recibido: 25 de septiembre de 2019

Aceptado: 23 de enero de 2020

Cruzar miradas, cuerpos, grupos, reuniones energéticas, gestos, destellos de personajes, piel y movimiento. Cuerpos en encuentro, asociaciones sensitivas y una total disociación de escenas. Eso es The Penguin Ballet, de Iker Gómez, una pieza dancística que retrata el virtuosismo, el humor y la divergencia con la posibilidad de ir de un tema a otro con total coherencia.

Se trata de una coreografía, interpretada por 23 bailarines de último año (cuarto) de la Facultad de Danza de la Universidad Veracruzana, que toma como motivo al pingüino, un pájaro que no puede volar, pero que se caracteriza por su velocidad en el agua. A partir del ejercicio de “imaginar un ave”, el coreógrafo menciona que fácilmente vendrá a nuestra mente un águila o un animal en vuelo, pero que nunca un pingüino o un avestruz, ave que tampoco puede volar, símbolo de divergencia e hilaridad (“En Entrevista con... Iker Gómez”). A principios de 2019, Gómez fue invitado por la Facultad de Danza de la Universidad Veracruzana a impartir un taller para los estudiantes avanzados, dentro del cual fue creada la pieza que aquí se reseña.

En consecuencia a este pensamiento “divergente”, Gómez sumerge al espectador en un paisaje visual y auditivo dinámico, que viaja desde Beethoven hasta Chavela Vargas. Desde el movimiento virtuoso y espectacular, hasta pequeñas señas de manos que juegan con la música. Es patente la “descontextualización” de la pieza, pero es aún más interesante qué une las diferencias y qué le da cohesión.

El coreógrafo

Iker Gómez es bailarín, coreógrafo, videorealizador y docente español, con más de 15 años de trayectoria, quien ha tenido oportunidad de trabajar con coreógrafos como Jiří Kylián, Stijn Celis, Rui Horta, Wim Vandekeybus o Jo Stromgrem, en España, y en Suiza, en el Ballet Nacional. Después de cinco años de experiencia en grandes escenarios europeos, salta al campo de las compañías independientes y dirige su carrera hacia la dirección escénica, la coreografía y las artes audiovisuales. Es asistente coreográfico de la compañía suiza Marcel Leemann Physical Dance Theater, de 2005 a 2006, y, al año siguiente, regresa a España para continuar su carrera con su propia compañía y proyecto personal “Iker Gómez - TEATRO FÍSICO” (Gómez, “Iker Gómez - Bios”). A principios de 2019, Gómez fue invitado por la Facultad de Danza de la Universidad Veracruzana a impartir un taller para los estudiantes avanzados, dentro del cual fue creada la pieza que aquí se reseña.

La obra dancística

The Penguin Ballet comienza con una bailarina que entra al escenario, se coloca al frente a la derecha, cerca de proscenio, y acomoda un celular en su boca, a modo de cubrebocas, donde se reproduce un video. Éste muestra la imagen de una boca con barba y voz gruesa que invita, en nombre de toda la compañía, a disfrutar la pieza, el performance, la coreografía o como queramos llamarle al siguiente acto performativo, y nos explica que podemos reírnos si nos apetece. El mensaje es claro, querido público: no esperes sólo una danza, espera lo que venga y disfruta si te apetece.

Es, después de esto, entran los 23 intérpretes en una fila, dando pasos al unísono, con audífonos en los hombros. Se colocan en una fila horizontal frente al espectador. Todos los bailarines portan ropa actual y distinta entre ellos, observan al público, se colocan los audífonos en las orejas y comienza la música. Nos dan la bienvenida corporalmente, sin hablar, presentes, escuchando la música y en atención hacia la precisión del movimiento grupal. En la línea, generan pequeñas acciones de manos, como quitarse y ponerse los audífonos en “canon”, es decir, uno después de otro, de manera veloz y exacta.

En esa fila escuchamos fragmentos de música clásica, contemporánea, pop, ranchera, entre otras, y esta variedad de sonidos, de personalidades presentándose, cantando un poco de estas canciones o moviéndose en grupos de dos o tres al ritmo de la música, nos indica la convención teatral que observaremos a continuación. A partir de ese momento, la danza se dividirá en escenas, que serán solos, duetos, coreografías grupales o cantos, mímica o situaciones de personajes; cada escena tiene su sentido dramático en la música o la acción. Después de un par de escenas, The Penguin Ballet se convierte en un convivio escénico hilarante que, aunque escuchemos música solemne, las acciones y movimientos de los bailarines dotan de humor al momento.


Éste es el caso de la tercera escena, donde se escucha la Marcha Radetzky, donde un dueto de bailarines, hombre y mujer, entran al escenario a moverse virtuosamente al ritmo de la música. A partir de cargadas, giros, saltos, acercarse o lanzarse, se produce una danza precisa y cohesionada. De pronto, estos movimientos, hábiles y solemnes son acompañados de acciones absurdas, como pequeños saltos del varón aludiendo montar un caballo que se aleja de la chica y ella, molesta, intenta traerlo de nuevo a concentrarse en la danza.

La música, a pesar de transitar por varias épocas y estilos, es un hilo conductor, a manera de ballet del siglo xix. La descontextualización es patente en este aspecto; sin embargo, una constante es la apropiación del ritmo que tienen los cuerpos en la mayoría de las escenas. Las canciones u obras musicales que componen The Penguin Ballet son, en su mayoría, muy rítmicas; ejemplo de ello son: Oda a la alegría, de Beethoven; la Marcha Radetzky, de Johann Strauss, música del videojuego Mario Bros; Somebody to Love, de Queen; Estando contigo, de Marisol; Bandido, de Azúcar Moreno, entre otras. Gómez usa la música a su favor contagiando a la danza de ritmo o de sentido dramático.

A partir de esos elementos, música y movimiento, imagine usted que saca de una caja mágica tantas posibilidades de momentos como la imaginación se lo permita: un jugador de fútbol que insinúa meter muchos goles en un partido, un grupo de jóvenes con pelucas blancas que tocan violines imaginariamente, un karateca que canta despechado, un grupo de personas que parecieran estar en una manifestación, una chica que imita a un mono que resbala con una cáscara de plátano imaginaria, dos chicos bailando al ritmo de la música de Mario Bros, sugiriendo ser los personajes Mario y Luigi, o un grupo de personas bailando desenfrenadamente mientras se quitan la ropa. Hay que mencionar, también, que estas escenas contienen danza y teatro; es decir, podemos ver de pronto sólo cuerpos estéticos en movimiento o personajes que, a partir de una acción, nos cuentan una pequeña historia.

Iker Gómez nos encamina a través de estas escenas por un espectáculo de aproximadamente 80 minutos, donde la danza, el teatro físico, el canto, la pantomima y la música se apropian de nuestra atención. El equilibrio entre escenas bailadas y accionadas es preciso para que el espectador pueda disfrutar del movimiento virtuoso, pero también del gesto y de la emotividad de los intérpretes.

La idea general de la pieza la propuso el coreógrafo, como menciona Amairani Gabriel, una de las intérpretes: “Algunas escenas él las tenía muy claras, como la del futbolista; sin embargo, otras nacieron aquí en Xalapa” (entrevista); comenzaba a crear desde diferentes situaciones, movimiento, música, o capacidades físicas que tenía algún intérprete, pero que el coreógrafo siempre dirigía. Tania Ochoa señala: “no nos decía de qué iba la pieza, hasta que empezó a ensamblar” (entrevista). Como declaró en una entrevista (“En Entrevista con... Iker Gómez”), la inquietud de Gómez fue moverlos y encontrar transiciones claras entre escenas, lo cual es evidente al observar las acciones de algunos personajes que, de pronto, aparecen y desaparecen.

Al momento de fijar las coreografías, “retomaba movimiento de su clase” (Rodríguez, entrevista). A partir de cualidades físicas, emotivas, actorales o gestuales, el coreógrafo potenció la capacidad de cada uno de los intérpretes para que pudiéramos apreciar una gama de cuerpos poniéndose en riesgo dentro de la escena (Cortés, entrevista). Esos 23 cuerpos moviéndose al unísono o cantando con energía desbordada ofrecen al espectador un convivio nutritivo y emotivo.

Movimiento, imaginación y divergencia

Han pasado casi 60 minutos con variedad de personajes y situaciones en la obra, cuando aparecen dos bailarines a explicarnos que, por falta de presupuesto, no pudieron comprar el vestuario para la última parte, así que nos piden (al público) que usemos nuestra imaginación para que coloquemos nosotros mismos el vestuario sobre los intérpretes. Al terminar la explicación, hay una pausa y comienza el gran final.

Entonces, entra una parvada de bailarines disfrazados de pingüinos y, como fondo, la última parte del concierto del Carnaval de los animales, de Camille Saint-Saëns. El universo musical y coreográfico está planteado como un sarcástico ballet de pingüinos xalapeños.

Desde el inicio, cuando el coreógrafo nos invita a reír dentro de la pieza y durante toda la obra, decidimos entrar en la convención. Las contradicciones me mantienen a la expectativa desde la primera escena. El desarrollo de la pieza retrata la fuerza y dramatismo de una danza grupal, pero también conmueven a través de una canción de cuna. De pronto, estamos al borde del asiento por el virtuosismo del movimiento, al observar los mortales o saltos que realizan los intérpretes, aunque también el público se dobla de risa por alguna pantomima.

El universo que crea Gómez a través de este viaje contagia e impresiona al ser tan variado de elementos. Los cuerpos poderosos en energía se plantan en el escenario como instrumentos rítmicos, sensitivos, cómicos y hasta tiernos, al ser vestidos como pingüinos. En su totalidad, The Penguin Ballet transmite la posibilidad de la ficción a través de la hilaridad de principio a fin, usando como soportes la danza, el azar, la broma y el juego.

Ficha técnica

Compañía: The Penguin Ballet, meif 2015 de la Facultad de Danza de la Universidad Veracruzana.

Fecha y lugar de estreno: 1 de marzo de 2019, Foro Torre Lapham de la Facultad de Teatro de la Universidad Veracruzana.

Dramaturgia: Iker Gómez.

Coreografía y dirección: Iker Gómez.

Iluminación: Abraham Ponce e Iker Gómez.

Escenofonía: Marcha Radetzky, de Johann Strauss; tema de Super Mario Bros, de Koji Kondo; Petite musique de nuit K.525 en sol mayor- allegro, de Mozart; Oda a la alegría, de Beethoven; Bandido, de Azúcar Moreno; Pizziacato de ballet Sylvia, de Delibes; Mujeres divinas, de Vicente Fernández; Estando contigo, de Marisol; Somebody to Love, de Queen; Canción de cuna; Bamboleo, de Gipsy Kings; Paint it Black, de The Rolling Stones; Que te vaya bonito, de Chavela Vargas; Narración de partido de España-Malta; El carnaval de los animales, de Saint-Saëns.

Reparto: Manuel Acosta, Christopher Castro, Karla Cortés, Gabriela de Santiago, Mónica Estrella, Amairani Gabriel, Arturo Jauregui, Selena Landa, Primavera López, Rosa Martínez, Carlos Núñez, Tania Ochoa, Alejandro Ortega, Catalina Preciado, Paula Robles, Alejandra Rodríguez, David Tadeo, Selene Vázquez, Diana Vázquez, Andrea Villanueva, Carlos Avilés.

Fecha y lugar de la última temporada: 18 de junio de 2019, segundo patio de la Unidad de Artes de la Universidad Veracruzana, Xalapa, Veracruz.

Fecha de presentación: 12 de junio de 2019. Teatro del Estado, Sala Dagoberto Guillaumin. Xalapa, Veracruz.

Fuentes consultadas

Cortés, Karla. Entrevista personal. 18 de junio de 2019.

Gabriel, Amairani. Entrevista personal. 18 de junio de 2019.

Gómez, Iker. “En Entrevista con... Iker Gómez”. Facebook, subido por La última escena, 4 de marzo de 2019, www.facebook.com/414324875733095/videos/450779032128196/, consultado el 15 de junio de 2019.

Gómez, Iker. “Iker Gómez - Bios”. Iker Gómez (página personal), 19 de julio de 2018, www.danza.ikergomez.es/index.php/iker-gomez, consultado el 23 de julio de 2019.

Ochoa, Tania. Entrevista personal. 18 de junio de 2019.

Rodríguez, Alejandra. Entrevista personal. 18 de junio de 2019.