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Reseña de puesta en escena

Lo que queda de nosotros, de Alejandro Ricaño y Sara Pinet

Wendoline Robles Hernández*

* Maestría en Artes Escénicas, Universidad Veracruzana, México. robleswendoline@gmail.com

Recibido: 20 de noviembre de 2018

Aceptado: 20 de febrero de 2019

El 16 de noviembre de 2018, en Xalapa, Veracruz, los dramaturgos Sara Pinet y Alejandro Ricaño presentaron dos únicas funciones de Lo que queda de nosotros, dentro del ciclo de invitados del foro teatral Área 51, ubicado en la zona centro de la ciudad. Con una duración de 60 minutos, este espectáculo, estrenado en 2014 y dirigido por Ricaño, cuenta con un elenco conformado por el actor Raúl Villegas y la misma Pinet, la asistencia de dirección Álvaro Zúñiga, así como sonorización en vivo a cargo de los músicos David Ortiz y Ricardo Estrada. Ambas funciones, llevadas a cabo a las 18:00 y 20:00 horas, llenaron el recinto teatral, con un aforo de aproximadamente 90 espectadores cada una.

Alejandro Ricaño es considerado uno de los creadores más sobresalientes del teatro mexicano del siglo xxi; ha escrito y dirigido obras con gran éxito taquillero y buena recepción por parte de la crítica. Entre sus títulos más destacados se encuentran Riñón de cerdo para el desconsuelo (2008), Más pequeños que el Guggenheim (2008), Idiotas contemplando la nieve (2010), Fractales (2011) y El amor de las luciérnagas (2012). Además, escribió y dirigió la trilogía de monólogos Cada vez nos despedimos mejor (2013), con la actuación de Diego Luna; Un hombre ajeno (2014), con el actor José María Yazpik, y Hotel Good Luck (2015), con el actor Luis Gerardo Méndez. Actualmente, incursiona en el ámbito de la dirección en una serie televisiva.

Lo que queda de nosotros es una puesta creada para un público infantil y juvenil, a partir de los diez años de edad, y fue ganadora del Premio de Teatro para Niños inba 2014. Un teatro evocativo, cuya estética híbrida –el tono fársico y el emplazamiento realista– posee todas las convenciones del teatro narrado. La trama se desarrolla en un entretejido de texto, acción y música, con trazos espaciales mínimos y diálogos casi inexistentes, dentro de un espacio neutro, desde el que los actores pueden resignificar cada uno de los personajes, así como cada uno de los sitios que van surgiendo a lo largo de la ficción.


Escrita en tono cómico-dramático, Lo que queda de nosotros narra la historia de Toto (Villegas) y Nata (Pinet): una aventura hacia el reencuentro entre un perro y su dueña. Es un recorrido que nos invita a reconocernos en el sentimiento de soledad de una chica que ha quedado huérfana, a quien las crisis recurrentes llevan a reflexionar sobre el amor, la amistad, la responsabilidad y el dolor. Al mismo tiempo, este viaje muestra la historia de un perro que, tras ser abandonado por su joven dueña, resiste las adversidades de la vida callejera, siempre motivado por el profundo amor que siente hacia ella. Esta obra revela, a través de dolorosas experiencias, cómo Nata comprende el sentido de la pérdida propia y ajena y vive su duelo dispuesta a remediar el abandono de Toto, determinada por la esperanza de sanar juntos.


En una actuación que asimila armónicamente la gestualidad canina, Villegas hace un tránsito hacia la naturaleza sensorial y emocional de los perros, llevando su corporalidad a un sagaz habitar de la esencia cuadrúpeda de aquellos que, durante siglos, han sido considerados fieles amigos del hombre. Sobre la construcción del personaje, en entrevista con el canal de protección canina Perrisección 2, el actor
explica que fue de mucha ayuda usar su imaginación:

Creo que fue a partir de preguntarme qué le sucedería, cómo sería el pensamiento de mi perra si no estuviera conmigo, o si alguien le quitara su casa… cómo reaccionaría, qué le dolería. Evidentemente, todo tiene un raciocinio humano, pero me gustó meterme a creer cómo es la mente de mi perra o de otros perros que conozco. Mi imagen de cómo se mueve Toto está basada en los perros de Ricaño y Sara, pero la imagen de cómo piensa es de mi perra. Todo está basado en mi filtro… creo que traté de ponerle palabras a mi perra (“Entrevista-invitación”).

Hay momentos brillantes de Toto que están concebidos para empatizar con el personaje, como si alguna vez hubiésemos sabido lo que significa ser perro. Uno de estos aciertos es la interpretación de Raúl Villegas, cuando Toto es informado por Crispín –un can vagabundo, encarnado por el mismo actor– sobre la adversidad de la vida callejera. Crispín, masticando un hueso imaginario, es apoyado por una luz blanca que evoca los callejones solitarios, además de una sonorización que infunde suspenso y, al mismo tiempo, provoca comicidad, mientras nos conduce a través de un relato que dibuja una realidad de la que queremos librar a Toto.

Por otro lado, a pesar de que la habilidad actoral de Pinet es indiscutible y su personaje, Nata, posee un argumento digerible y entretenido que nos permite seguir buena parte de sus cuestionamientos, temores y fracasos, la narración excede la complejidad de la personalidad de Nata a nivel escénico, lo cual probablemente sea consecuencia del enfoque afable de la puesta. Sus pérdidas, sus crisis, su preferencia por la soledad y sus matices de esperanza se dan a conocer a partir de aspectos que conforman cierto estereotipo de la adolescencia enfadada y rebelde, cuya representación se sostiene por un estado de antipatía permanente y algunos destellos de humor.

Un acierto en la puesta es la sencillez y la operatividad del dispositivo escenográfico, a cargo de Ricardo Ricaño: una enorme mesa rectangular de madera maciza, que ocupa el centro del escenario, y una banca del mismo material, empotrada sobre dos rieles que se prolongan paralelos en el piso, por debajo de la mesa. El mecanismo de ésta, evidentemente estudiada por el elenco, le permite realizar cambios de tiempo y lugar dentro de la narración, otorgando dinamismo y fluidez a la obra. A su vez, esta disposición proporciona un espacio homogéneo para la construcción de cada acontecimiento, al permitir aislar o integrar las acciones de los personajes, según se requiera. Otro de los temas que es preciso reconocer, tanto de la dirección, como de la interpretación, es el rasgo coreográfico determinado para ciertos momentos de la partitura escénica; la precisión con que son ejecutados los movimientos, así como el ágil manejo rítmico y corporal, otorga un carácter fresco y lúdico a la puesta, que estimula nuestra empatía kinestésica.

La ambientación de escena no posee complejidad alguna y, a excepción de los cambios en la iluminación y la música, se mantiene inalterable. Tanto los músicos, como los actores, están en escena, incluso antes de que el público ingrese a la sala. No hay telones, ciclorama o utilería de mano, y la única referencia que tenemos para imaginar el lugar o la atmósfera en que se lleva a cabo la historia nos la proporciona un solo aspecto del vestuario, diseñado por Alejandra García: gorros con orejeras para el frío.

Al inicio de la obra podemos ver a Sara Pinet con la espalda erguida, las manos juntas en su regazo y la cabeza cubierta por el gorrito color café de su suéter tejido, sosteniendo la mirada fija en un horizonte frente a ella. Se encuentra sentada en el centro del tablero de la mesa y lleva un vestido naranja casi a la altura de las rodillas, además de unas medias color café oscuro que sobresalen de unas botas negras con agujetas. En el extremo derecho, sentado sobre la banca, Raúl Villegas, revela un estado más próximo, inmediato, con un semblante casi sonriente, habitando una dimensión distinta a la de Pinet. Sus facciones se configuran desde un estado cercano a la ensoñación; un tono juguetón, con un matiz de ingenuidad, brilla en sus ojos expresivos, enmarcados por su gorro invernal. En el fondo, los músicos David Ortiz y Ricardo Estrada permanecen de pie, uno a cada costado del escenario con sus instrumentos de cuerda: un violonchelo eléctrico y una guitarra, cuyos acordes, algunas veces harán la ambientación, y otras, completarán el cuadro dramático. Aunque Ortiz y Estrada no intervienen en la ficción que se desarrolla, su presencia atiende todo el tiempo a la idea estética de la misma, mientras su vestimenta y gorros con orejeras complementan la plástica de la puesta.

El diseño de iluminación, realizado por Matías Gorlero, es sobrio. En algunas escenas, la luz frontal apoya el universo común de los personajes y, en otras, el juego de luces cenitales señala un cambio de espacio y ambiente dentro de la trama. Así, hay momentos en los que el foro se ilumina sutilmente por la cálida luz amarilla que irradian unas bombillas eléctricas que cuelgan desiguales a la altura de los músicos. Los únicos elementos que conforman el decorado escenográfico son algunos platos de alimento para perros, fabricados en plástico translúcido color rojo con decorados de huesitos negros, que penden entre los focos con distintas inclinaciones.

Lo que queda de nosotros es un espectáculo escénico que abarca todos los componentes propios de la estética de Alejandro Ricaño. En él se despliega, con maestría, su más conocido recurso: la narraturgia –o su particular estilo de narrar e ilustrar en la acción el acontecimiento escénico de manera fresca y simultánea–, prescindiendo de la oralidad y los diálogos. La capacidad de la puesta para aproximar emotivamente las vivencias de los personajes a la audiencia, mediante un manejo diestro del dolor y la ironía, logra cumplir con el objetivo de los dramaturgos de sensibilizar al espectador sobre la amistad y el respeto a la vida en todas sus formas. Lo que queda de nosotros es un trabajo creativo, sólido, nutrido de los ingredientes necesarios para brindar una experiencia memorable.

Fuentes consultadas

Pinet Sara y Ricaño, Alejandro. “Entrevista-invitación a obra de teatro lo que queda de nosotros”. YouTube, subido por Perrisección 2, 13 de julio de 2018, www.youtube.com/watch?v=cdTTeHaMOWo, consultado el 20 de febrero de 2019.

Ficha técnica de Lo que queda de nosotros

Director: Alejandro Ricaño

Dramaturgia: Alejandro Ricaño y Sara Pinet

Asistente de dirección: Álvaro Zúñiga

Diseño de escenografía: Ricardo Ricaño

Diseño de iluminación: Matías Gorlero

Diseño de vestuario: Fernanda García

Música original: David Ortiz y Ricardo Estrada

Elenco: Sara Pinet, Raúl Villegas, David Ortiz y Ricardo Estrada (músicos)

Fecha de presentación: 16 de noviembre de 2018

Lugar de presentación: Área 51 Foro Teatral