"El siniestro plan de Vintila Radulezcu", de Martín Zapata

Resumen

Jorge Luis Borges, uno de los entusiastas de la novela policial en este nuevo continente, escribió alguna vez que la construcción de una metáfora radica en “insinuar estas secretas simpatías de los conceptos” (Borges 1975, 74). Las palabras del escritor destacan lo metafórico bajo la idea de un misterio que se evoca, un develamiento apenas sugerido que revela una afinidad profunda. Casi siempre, desde Aristóteles hasta Ricoeur, a la metáfora se la ha concebido como un mecanismo que implica el descubrimiento de lo oculto a través de una evidencia discordante. Lo paradójico —y quizá el placer que resulta de asistir a la metáfora— es que la revelación se produce en la perenne incertidumbre que implica “un juego de relaciones de conjunción y disyunción en simultaneidad” (Pimentel 2009, 13). Por eso, el asombro es el acompañante favorito de la metáfora, puesto que ésta instaura prodigios que la realidad convencional no puede aceptar. 

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